Luca tenía apenas 2 años y una historia marcada por la lucha. Este pequeño cutralquense había sido trasplantado de hígado, pero una grave afección pulmonar complicó su cuadro clínico. Pese a los esfuerzos médicos, su vida llegó a su fin. En medio del dolor, sus padres tomaron una decisión que cambiaría otra vida para siempre: donar sus órganos.
Lo más conmovedor es que el corazón de Luca terminó latiendo en el pecho de Felipe, su compañerito de habitación en el Hospital Italiano, un bebé neuquino de tan solo un año que estaba en lista de espera. La compatibilidad, el contexto clínico y una innovadora posibilidad médica lo hicieron posible.
La madrugada del 18 de junio comenzó un operativo quirúrgico sin precedentes en nuestro país. El procedimiento, autorizado por primera vez por el INCUCAI en 2023, se conoce como trasplante cardíaco pediátrico en asistolia. Requiere una coordinación médica y logística extremadamente precisa, ya que el margen entre el fallecimiento del donante y la ablación es muy estrecho.
Esa noche, el padre de Luca apoyó su mano sobre el pecho de su hijo, sintió los últimos latidos de su corazón y entendió que, aunque su vida se detenía, otra estaba por comenzar. Luego, en quirófano, los médicos confirmaron que el corazón era viable para Felipe. El silencio quirúrgico dio paso a un momento único: la vida volvió a latir en el cuerpito de Felipe.
El postoperatorio fue esperanzador. Felipe comenzó a evolucionar: le retiraron los drenajes, el marcapasos, y finalmente su mamá, Pamela, pudo tenerlo en brazos nuevamente, después de meses de dolor, cables y espera.
Como homenaje eterno, la familia Palagani decidió sumar el nombre de Luca al de su hijo. Desde ahora, se llamará Felipe Luca, en honor al niño que le dio una segunda oportunidad.
La historia de Luca y Felipe es un poderoso testimonio de amor, generosidad y vida. Una muestra de cómo, incluso en la mayor tristeza, pueden nacer milagros.
