Un carapintada en la Legislatura porteña: los invitados pro-impunidad y los actos de repudio 

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Lo que no había conseguido en el Congreso ni en la Feria del Libro, José D’Angelo lo logró en el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. El excarapintada, que dice que hay un “mito” alrededor de los desaparecidos y que sus familiares urdieron una estafa, expuso como un experto en la “historia” reciente del país por invitación de la legisladora libertaria Rebeca Fleitas. En el público lo aplaudían la activista pro-impunidad Cecilia Pando y el diputado nacional Guillermo Montenegro, uno de los que se fotografió el año pasado con el represor Alfredo Astiz. Eso sí: D’Angelo y compañía debieron enfrentar una fuerte protesta dentro y fuera de la sede del Poder Legislativo porteño.

La cita estaba prevista para las 17. Unos minutos antes, Fleitas y D’Angelo llegaron hasta el ascensor principal del segundo piso de la Legislatura. Tuvieron tan mala suerte que justo en ese momento Alejandrina Barry salía del despacho de Andrea D’Atri, legisladora del FIT-U.

–Son nuestros familiares los desaparecidos, esos que son un mito– lo encaró Barry a D’Angelo. Alejandrina y sus padres fueron víctimas de un operativo orquestado por la Marina argentina y las fuerzas armadas uruguayas. Los adultos fueron asesinados y ella estuvo días secuestrada y fue usada por las revistas más populares del momento para una operación de acción psicológica.

La legisladora Victoria Montenegro, que fue apropiada cuando tenía trece días de vida, venía caminando también junto con su equipo.

–Usted es un sinvergüenza– le dijo a D’Angelo, que se zambulló tan rápido en el ascensor como pudo.

Afuera de la Legislatura, los militantes cantaban: “Como a los nazis les va a pasar, adonde vayan los iremos a buscar”. Entre ellos estaba Elia Espen, Madre de Plaza de Mayo. También se encontraban los sobrevivientes Carlos Lordkipanidse, Carlos Loza y Osvaldo Barros, así como María Adela Antokoletz, Ana Bianco y Margarita Noia, militantes e hijas de tres integrantes de Madres de Plaza de Mayo.

En la planta principal de la Legislatura algunos se acercaban a una mesa para dar su nombre para ingresar. Mientras tanto, integrantes de la Junta Interna de la Asociación de Trabajadores del Estado convocaron una acción para expresar su repudio ante la presencia de D’Angelo. Desplegaron, además, desde los balcones unas banderas que decían Memoria, Verdad y Justicia.

Lo que empezó como una concentración terminó siendo una ronda, como las que hacen las Madres en la Plaza de Mayo. La encabezaban Montenegro, Barry, D’Atri, Mercedes Trimarchi (FIT-U), Gabriel Solano (FIT-U) y Juan Pablo O’Dezaille. Estaba también la periodista Adriana Zerdin, que integra Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas.

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Montenegro llevaba un cartel que preguntaba dónde están los nietos apropiados. Solano portaba otro que reclamaba que se abran los archivos. D’Atri caminaba con una pancarta que decía: “Son 30.000. Fue genocidio”. Desde otro rincón de la Legislatura, Andrés La Blunda –al igual que Montenegro, uno de los nietos encontrados por las Abuelas de Plaza de Mayo– decía que la movida de Fleitas era un intento orientado a la reconciliación con los genocidas.

Algunos de los asistentes al evento se movían nerviosos. Otros sacaron sus teléfonos celulares para grabar, a modo de amedrentamiento, a quienes protestaban contra la presencia de D’Angelo.

Cecilia Pando llegó tarde. Con su marido, el mayor retirado Pedro Rafael Mercado, no encontraban el ingreso. Los recibieron con cánticos. Pando no quiso amilanarse: empezó a cantar ella misma “Como a los nazis les va a pasar” mientras agitaba una mano. Quedó cara a cara con Mauro Zungri, director de la comisión de Derechos Humanos de la Legislatura.

En el caso de Pando, los organizadores no dudaron en abrir rápidamente la puerta. La familia Pando-Mercado tiene una larga relación con D’Angelo. Los dos hombres editaban una revista que se llamaba B1 –Vitamina para la memoria de la guerra en los ‘70.

Al pedido de la cronista y de la fotógrafa de este diario para ingresar al Salón Dorado, la respuesta fue que “Página/12, no”. Este medio se contactó con Matías López, vicepresidente primero de la Legislatura, para denunciar que se trataba de un acto de discriminación. Las autoridades del cuerpo entonces le pidieron al equipo de Fleitas que dejaran por escrito que este diario no podía ingresar al recinto. El escrito no apareció.

La diputada Montenegro entró. Se ubicó a unos metros de Pando y Mercado, después de remarcar que era un acto público. El salón estaba a medio llenar, con varias hileras de sillas vacías. Fleitas pidió que no hubiera transmisión en vivo del evento. Cuanto más cerrado, mejor.

D’Angelo fue el primero en exponer. Fue breve y reiterativo. Dijo que había una “imperiosa necesidad” de conocer la “verdad completa” y que hubo épocas en las que, desde el Estado, se ocultaban hechos y se construían “relatos con verdad a medias” que eran una “mentira completa”. También pidió que las fuerzas políticas se expresaran ante lo que él entendía como una maniobra “sectaria, violenta y despótica” para cercenar su libertad de opinión –que básicamente consiste en decir que en los ‘70 hubo una guerra legítima, que se cometieron errores y excesos y que durante la democracia se tergiversó lo que había sucedido.

Hubo otros oradores: Alejandra Cepeda –hija de Josefina Melucci de Cepeda, que murió como consecuencia de la bomba en la sede de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF)–, Luis Czyzewski –quien perdió a su hija Paola en el atentado contra la AMIA–, Arturo Larrabure –hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure y asesor de Luis Petri en Derechos Humanos– y Martín Goldberg, sobreviviente del atentado contra la embajada de Israel.

Fleitas, a su turno, se quejó frente a lo que entendió como un escrache de la izquierda y el kirchnerismo. “Lo que hicieron hoy no tiene palabras”, dijo.

Después aprovechó para repartir reconocimientos a quienes habían estado en el Salón Dorado. Uno de los primeros en recibirlo fue Guillermo Montenegro, exmano derecha de Victoria Villarruel. Montenegro fue uno de los diputados que organizó en julio del año pasado la visita al penal de Ezeiza para entrevistarse con Astiz y los otros represores que allí estaban alojados. Después del cónclave, Montenegro había trabajado en un comunicado en el que se pedía que se revisaran las causas por las que los criminales de la última dictadura habían sido condenados. Como fue tal el escándalo, Montenegro se quedó con las ganas de difundir su declaración.

Fleitas también reconoció al abogado José Sacheri, hijo del filósofo integrista Carlos Sacheri, asesinado en 1974. Sacheri (hijo) tuvo su momento de gloria en 2006, cuando estaban comenzando los juicios tras la declaración de inconstitucionalidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Desde la Plaza San Martín, Sacheri pidió la “amnistía más amplia” posible.

Al evento, Sacheri había llegado con un libro bajo el brazo: La llamada, de Leila Guerriero, que relata la historia de Silvia Labayru, una sobreviviente de la ESMA que sufrió sometimiento sexual por parte de Alberto González, “mentor” de Villarruel.

“Es muy triste que se use el dolor de las víctimas para justificar la presencia de un provocador”, dijo Montenegro mientras salía de la Legislatura para participar de un acto en la Iglesia de la Santa Cruz.

 

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