Con motivo de la reciente celebración del Día Internacional contra el Cambio Climático (que fue 24 de octubre), y de cara a la próxima reunión de la Cumbre del Cambio Climático (COP30), que tendrá lugar en Belem (Brasil) a partir del próximo 11 de noviembre, un grupo de iglesias protestantes y organizaciones de fe dieron a conocer una declaración conjunta en la que sostienen que “la justicia climática es un acto de fidelidad al Dios de la vida”. Desde una mirada de fe, se afirma que cuidar la Creación no es una tarea opcional, sino una expresión concreta de espiritualidad. La declaración interpela además a los gobiernos democráticos por su inacción ante la crisis socioambiental y denuncia que el actual modelo económico “crucifica a los pueblos más vulnerables y devora los territorios que ellos y ellas habitan”. El documento lleva la firma de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas (FAIE) y el Foro Argentina de la Alianza ACT.
El pastor Leonardo Schindler, Presidente de la FAIE y de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata, afirmó al respecto que “no podemos separar nuestra espiritualidad del cuidado de la creación”, subrayando que “la justicia climática no es una opción, sino que es parte esencial de nuestra fe” porque “Dios nos llama a construir paz, equidad y cuidado mutuo en un planeta que necesita sanar”.
La COP30 congregará en Belém a representantes de más de 190 países para revisar los compromisos asumidos en el acuerdo de París (2015), muchos de los cuales no se han cumplido a cabalidad. Entre otras cuestiones, el documento de la FAIE y el Foro ACT reclama “transición real” que supone abandonar el modelo de desarrollo extractivista, causa del pecado ecológico”, entendiendo que “la transición energética debe ser justa, no una nueva forma de especulación”.
En el mismo texto se demanda a los Estados “que los financiamientos climáticos dejen de ser mecanismos de poder neocolonial para convertirse en actos de reparación histórica”. En igual sentido, se señala que “las poblaciones vulnerables no son beneficiarias pasivas, sino sujetos políticos portadores de una sabiduría y una espiritualidad esenciales para la verdadera transformación”. Por ese motivo –siguen diciendo los evangélicos– “los acuerdos serán insuficientes mientras no partan de esta verdad evangélica: no hay liberación para la humanidad sin liberación de la tierra”.
En la declaración los firmantes reclaman “agua para la vida, no para el lucro”, denunciando la mercantilización, contaminación y acaparamiento por parte de industrias extractivas “que secan territorios y niegan la vida, ahogando el gemido de la creación”; “reparación, no ayuda”. Señalan que “el financiamiento climático para adaptación y pérdidas y daños debe ser una restitución obligatoria, bajo el principio ‘quien contamina paga’, priorizando las comunidades históricamente vulnerables” .
Se exige también “tierra para los custodios”, garantizando la titulación territorial de pueblos originarios, afrodescendientes y campesinos, porque “sin seguridad sobre la tierra, no hay justicia climática posible”.
“Frente a una sociedad fragmentada, son fundamentales las acciones conjuntas que visibilicen la urgencia del cuidado y la necesidad de actuar desde nuestro compromiso como comunidades de fe”, expresó la pastora metodista Mariel Pons, destacando la fuerza del encuentro ecuménico como espacio de reflexión y acción sobre la Casa Común.
“No hay salvación individual en un planeta quebrado. La tierra crucificada por el sistema económico clama por resurrección”, advierte la declaración, en un llamado que combina espiritualidad y compromiso político.
Las iglesias alertan que los impactos de la crisis climática son especialmente duros para las mujeres, las niñas y los pueblos empobrecidos. La directora del Servicio Evangélico de Diaconía (SEDi), Pilar Cancelo, remarcó que “el cambio climático contribuye al aumento de la pobreza extrema en la región” y advirtió que las mujeres son las más afectadas por la desigualdad estructural, porque “muchas cargan solas con el cuidado de sus familias en medio de desastres ambientales y migraciones forzadas”.
															









