Paro universitario nacional: la educación pública en emergencia 

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El ciclo lectivo comenzó, pero las clases no. Este lunes arrancó un nuevo paro de docentes universitarios en todo el país, con una medida de fuerza de 48 horas que vuelve a poner sobre la mesa lo que el Gobierno prefiere barrer bajo la alfombra: la crisis estructural del sistema universitario argentino. Sin aumentos salariales reales, con becas congeladas y obras paralizadas, la comunidad académica denuncia lo que ya se convirtió en una constante del modelo Milei: desfinanciar para disciplinar.

La protesta es impulsada por la Conadu y Conadu Histórica, dos de las principales federaciones docentes, que reclaman una recomposición salarial urgente tras meses de aumentos irrisorios. El último ajuste fue de apenas 1,2% en febrero. En enero había sido del 1,5%. Con una inflación acumulada que en dos meses duplicó esa cifra, el deterioro del poder adquisitivo se hace cada vez más evidente. “El gobierno nos empuja al pluriempleo o al éxodo”, resumen desde la Universidad de Buenos Aires. No es exageración: crece el número de docentes que renuncian o buscan trabajo en universidades privadas o directamente en el exterior. Lo que se pierde no son solo puestos de trabajo: se va también la experiencia, el conocimiento acumulado, la vocación por la docencia pública.

Becas congeladas y ciencia en pausa

La situación se agrava en el plano estudiantil y científico. Las becas para alumnos y los subsidios para investigadores no llegaron en todo 2024. Las convocatorias de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica están en suspenso, y las becas doctorales se redujeron drásticamente. Laboratorios sin insumos, proyectos en pausa y tesis demoradas. Así se traduce el ajuste en los hechos. No hay retórica libertaria que pueda disimular el abandono.

Infraestructura paralizada, aulas deterioradas

A todo esto se suma una parálisis casi total en obras de infraestructura universitaria. Ampliaciones, refacciones y hasta obras financiadas por organismos internacionales quedaron en el limbo. Las universidades hacen malabares con fondos de emergencia para sostener lo mínimo. Pero los techos siguen goteando, las aulas se saturan, y los laboratorios se vacían. El desfinanciamiento no es neutro. Impacta en la calidad, en la permanencia, en el derecho a estudiar y enseñar. No se trata solo de presupuesto: se trata del sentido de lo público.

Silencio oficial y organización desde las aulas

El paro universitario de esta semana no es una simple medida gremial: es el reflejo de un hartazgo que se acumula en pasillos, aulas y laboratorios. Mientras el Gobierno mantiene el silencio, docentes, estudiantes y no docentes se organizan para sostener lo que queda en pie. La universidad pública, esa que garantizó generaciones de profesionales y pensamiento crítico, hoy sobrevive gracias al compromiso de quienes la habitan todos los días. No se trata de un reclamo sectorial, sino de una causa común: defender el derecho a estudiar, enseñar e investigar en condiciones dignas. Frente al ajuste, las aulas no se vacían: resisten.

 

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