Mary-Claire King recibió el premio Princesa de Asturias por sus aportes a la ciencia 

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Mary-Claire King, la genetista que ayudó a las Abuelas de Plaza de Mayo a desarrollar el índice de abuelidad para identificar a sus nietos y nietas apropiados por la dictadura, recibió el premio Princesa de Asturias en España por sus aportes a la ciencia y la técnica.

King, de 79 años, estuvo esta semana en Oviedo para participar del agasajo que hace la Casa Real española. Sin embargo, este viernes no pudo acudir a la premiación en persona por una indisposición. Su discurso era uno de los más esperados, sobre todo después de que en contactos previos con la prensa denunciara el efecto devastador de las políticas de Donald Trump en la investigación científica en los Estados Unidos.

En junio pasado, el jurado de la Fundación Princesa de Asturias decidió otorgarle el reconocimiento por sus contribuciones pioneras en la aplicación de la genética al estudio y prevención del cáncer, la similitud entre especies y la defensa de los derechos humanos. King es especialmente reconocida por haber detectado la estrecha relación entre un determinado gen y el desarrollo de cáncer de mama u ovarios.

En un reportaje publicado en La Opinión de Murcia, contó cómo continuó su relación con las Abuelas de Plaza de Mayo a través de las décadas. “La primera vez que fui, en 1984, pensé que era un viaje simbólico de solidaridad. Hoy, 41 años después, sigo trabajando con ellas”, relató.

En 1979, en plena dictadura, las Abuelas leyeron un artículo en el diario El Día de La Plata que les hizo prender una lamparita, como recuerda Estela de Carlotto. Allí se contaba que había un hombre que negaba ser el padre de una criatura y que lo habían sometido a análisis para verificarlo. Las Abuelas se preguntaron si su sangre serviría para encontrar a los chicos y las chicas que estaban buscando.

Muy pocas de ellas tenían algo de sus nietos. Algunas atesoraban un dientito de leche. María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani tenía un mechón de pelo de Clara Anahí, su nietita desaparecida. Lo había enviado a Amnistía Internacional para preguntar si con eso se podría identificar a la niña si la localizaban. La respuesta no había sido esperanzadora.

En noviembre de 1982, las Abuelas viajaron a Washington para participar en la asamblea de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Allí se encontraron con Isabel Mignone, hija de los fundadores del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), quien las puso en contacto con el médico Víctor Penchaszadeh, también exiliado en los Estados Unidos.

A través suyo, las Abuelas conocieron a Eric Stover, director del programa de Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS, por su sigla en inglés). Stover fue quien involucró a King en la investigación que movía a las Abuelas: saber si su sangre servía para identificar a sus nietos.

En junio de 1984, mientras la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) investigaba lo sucedido durante la dictadura, llegó una comitiva de la AAAS a la Argentina. Estaba integrada, entre otros, por King.

La genetista fue a la sede de las Abuelas, por entonces en la calle Montevideo al 400, se sentó con ellas y dibujó un árbol genealógico compuesto por una familia con padres desaparecidos. Dijo que si se tenía la sangre de los abuelos y la del niño, se podría calcular la probabilidad de parentesco.

En diciembre de 1984, se logró la identificación, a través de análisis sanguíneos, de Paula Eva Logares, quien logró reunirse con su abuela Elsa Pavón. En 1987, se creó el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que se vio amenazado por la gestión de Javier Milei.

 

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