Lucía Cámpora tiene 35 años y mucho ADN de peronismo en sangre. Es abogada y desde 2023 conduce la organización juvenil que lleva el apellido de su tío abuelo, Héctor Cámpora, que también es el suyo. Viene de una larga trayectoria en la militancia universitaria y el feminismo. Se define como leal a Cristina: para cada tema sobre el que reflexiona tiene a mano una cita de la presidenta del PJ. Este 10 de diciembre asumirá una de las cuatro bancas que Fuerza Patria obtuvo por la Ciudad de Buenos Aires. En diálogo con Página/12, resalta que si no hay unidad en el peronismo será muy difícil resistir a la ola de reformas que el Gobierno piensa enviar a extraordinarias, probablemente en las primeras sesiones en las que le toque participar. Dice que el campo nacional y popular necesita “volver representar” para competir por el poder en 2027. Y entiende que hay un sector que expresó su desencanto con Javier Milei no acudiendo a votar y que para conquistarlo hace falta un poco más que oponerse a las medidas libertarias, sino hacer “propuestas alternativas”. Discute la idea de que la juventud se volvió de derecha y se entusiasma con la posibilidad de “reconstruir un pueblo que vuelva a ser protagonista de su historia”.
–¿Qué razones le encontrás, pasado ya un tiempo prudencial para sacar conclusiones, a la victoria de Milei?
–Evidentemente hubo una polarización muy grande entre el peronismo y el oficialismo. Eso derivó en que el voto antiperonista se reagrupara fuertemente en el voto a Milei, ayudado en parte por el desdoblamiento. Funcionó casi a la manera de un balotaje, pero esa no es la única explicación. El factor (Donald) Trump y el miedo a que se viniese algún tipo de crisis si el resultado era otro fueron determinantes. Fue casi una extorsión. Pero hay además otro dato, al que estuvimos mirando con lupa, que no se puede soslayar, y es el del abstencionismo. Fue la participación más baja desde la vuelta de la democracia. Ya Cristina había anticipado antes de mitad de año, a medida que se sucedían las elecciones provinciales, que había un porcentaje importante de la población que se iba desilusionando con Milei, pero que todavía no optaba por el nosotros. Creo que es una de las claves, sobre todo si queremos mirar para adelante y volver a ganar.
–¿Cómo se hace para convencerlos?
–Hay una frase que para mí sintetiza la idea y es “volver a representar”. Tiene que ver con que el peronismo tenga la capacidad de representar en la organización de las demandas, en las salidas a la calle y en la construcción de alternativas. Siempre a partir de los problemas que están teniendo los argentinos hoy, como el endeudamiento familiar, por poner un ejemplo. La caída del consumo. Son datos muy concretos. Es cierto que hay una valoración del control de la inflación por parte de la sociedad, pero también hay una sociedad a la que cada vez le alcanza para menos. Lo vemos en los números y lo vemos en la calle cotidianamente. los jubilados tienen que elegir ya entre si compran los medicamentos o la comida. Cristina es la que con más claridad, lucidez y fuerza viene remarcando y nosotros tratamos de dar debates en torno a esos problemas y, sobre todo, proponer soluciones, alternativas. No alcanza con decir “defendamos la educación”, hay que decir cómo hacemos para mejorarla.
–Esa es precisamente una de las críticas internas que más se escucha: la falta de propuestas y de un programa que definan al peronismo. Siempre se contesta que eso “se está debatiendo”. ¿Existe realmente ese debate hacia adentro?
–El debate existe, pero hay que profundizarlo. Hay definiciones que sí tienen que ser más firmes y se deben saldar. Por ejemplo, qué hacer con el FMI: la deuda es uno de los problemas estructurales más grandes si querés gobernar con autonomía de decisiones en términos de soberanía y te condiciona desde lo más grande a lo más chico. Ahí hay que ser claros: por ejemplo, como propuso Cristina, si no pasa por el Congreso no se puede tomar deuda o no obliga al próximo gobierno a seguir esos compromisos. Esos son los debates sobre los cuales nosotros tenemos que ir tomando definiciones.
–¿Es posible lograr ese objetivo en medio del ruido que generan las distintas internas?
–La unidad es lo primero. Me parece que Cristina en su última carta fue muy clara respecto a un análisis que para mí aplica a esta pregunta. Hay un objetivo en sí mismo de los sectores neoliberales y de poder en la Argentina que es romper al peronismo. Y uno de los instrumentos que tienen a mano es la proscripción a Cristina, que actúa como disciplinamiento para otros dirigentes, para que vean lo que les puede pasar si van a fondo como fue ella, o si se plantan como ella lo hizo. En ese contexto, la lealtad a Cristina para nosotros no solo pasa por lo que hizo, sino porque tiene la capacidad, la fuerza y la cabeza, y sobre todo el reconocimiento de un pueblo, para poder construir la alternativa para que el peronismo pueda volver a gobernar. Me parece que en esa carta de ella eso está definido para mí muy claro. Así que para nosotros la construcción del camino por la libertad de la Argentina va de la mano necesariamente de la libertad de Cristina.
–El 10 de diciembre te toca jurar en una Cámara de Diputados que va a tener un tercio asegurado para LLA y al Gobierno envalentonado con sus reformas laboral e impositiva. ¿Qué capacidad le ves a la oposición para frenarlas?
–En principio, así nos dirigió la sociedad argentina: somos oposición a nivel nacional, así que la primera línea es plantear un rechazo contundente a este tipo de reformas de gobierno de Millei, que además ya sabemos lo que implican, porque no es la primera vez que nos las proponen. En parte, la reforma laboral ya se está implementando de hecho y no generó más empleo. Por el contrario, se destruyeron 250.000 puestos de trabajo. No hace falta una reforma para cambiar la mano: en tiempos en los que hubo gobiernos que defendían derechos laborales, como los de Néstor y Cristina, crecimos en millones de puestos de trabajo. Ni hablar de la previsional. El sistema necesita cambios, pero no los que propone este Gobierno, para que los trabajadores se tengan que jubilar más tarde.
–Recién nombrabas al FMI y a Trump. Pareciera que es como el elefante en la habitación: pasa como si no se terminara de dimensionar en lo cotidiano la injerencia de los Estados Unidos. ¿En qué medida ese factor condiciona todos los debates políticos y económicos de acá en mas?
–Queda muy lejos, pero hace 20 años pasaba lo contrario: Néstor lo echaba del país, se decía NO al Alca. Lamentablemente coincido con ese diagnóstico y creo que esa realidad se fue dando paso a paso y no la supimos y pudimos detener. El primero es cuando Mauricio Macri vuelve a traer efectivamente al Fondo. Es una soga al cuello del pueblo argentino en términos de soberanía. Un segundo momento para mí fue la sanción del RIGI, y finalmente el nuevo proceso de endeudamiento y el salvataje y el intervencionismo. Tenemos un Poder Ejecutivo cooptado por la Casa Blanca, a lo que agrego además un Poder Judicial cooptado también por intereses económicos. El propio Peter Lamelas, el embajador que manda a Estados Unidos a Argentina, dijo que una de sus funciones era que Cristina vaya presa. Pero creo que el pueblo argentino también tomará más conciencia y eso me genera a mí alguna esperanza. creo que incluso pibes que pueden haber votado Milei son profundamente nacionalistas y hay algo ahí del amor por nuestro país, de la defensa de nuestra bandera, desde el mundial hasta las Malvinas o la emoción por el streaming del CONICET que hablan de una subjetividad nacional. Es un hilo del que tirar para reconstruir un pueblo que vuelva a ser protagonista de su historia.
–Mencionaste a los jóvenes. Vos venís de la militancia universitaria y juvenil. ¿Qué tan de derecha es ese sector y cuánto hay de mito?
–No son de derecha, de ninguna manera. Hace poco me crucé, por ejemplo, con un pibe joven que había votado a Milei pero juntaba tapitas para el Garrahan. Creo que hay jóvenes que tienen potencial no sólo para ser votantes nuestros sino incluso compañeros, militantes. Es innegable que hubo un distanciamiento, sobre todo por la experiencia del Frente de Todos, no los satisfizo; pero creo que se puede volver a representarlos y que es nuestra tarea los medicamentos, que su compañero tenga que asaltar porque tiene que seguir a laburar. Me desvela pensar que esos pibes hoy se están desilusionando de Milei y yo quiero que cuando se desilusionen no lo hagan de toda la política, sería muy malo. Pero eso, vuelvo al dato del ausentismo: tenemos que poner la cabeza y las energías ahí.
–Hace poco Agustín Laje dijo que le gustaría proponer que se revierta el aborto legal. ¿Tienen aire esos sectores para ese tipo de planteos contra derechos conquistados por el feminismo?
–No creo. Es un gobierno que alimenta un discurso de violencia misoginia, y esos sectores se envalentonan. Entonces creo que hay que reconstruir también lazos desde lo territorial, donde las organizaciones feministas y las redes hacen un laburo impresionante, y volver a organizar. Yo no creo que haya que retroceder ni un centímetro.










