La Forestal y la devastación que duró casi un siglo  

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En estos días se cumplen exactamente 88 años desde que la compañía inglesa La Forestal se retiró del extraordinario territorio boscoso que cubría más del 20% de la superficie continental de nuestro extenso país y que se conocía como El Gran Chaco Argentino.

Un territorio que empezó a ser explotado en 1872 y hasta 1960 en el Norte de la hoy Provincia de Santa Fe, donde llegó a convertirse en un fabuloso emporio de explotación maderera como la entonces joven República Argentina nunca había tenido ni volvería a tener.

Ese extraordinario territorio de bosques que abarcaban más de 100 millones de hectáreas de selvas vírgenes, y que equivalían a casi toda la extensión de España y Francia juntas, era también equivalente al que hoy tienen 10 provincias argentinas en las que operó la La Forestal: Formosa, Chaco y Santiago del Estero completas, la mitad Norte de Santa Fe y gran parte de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, y el Norte y el Oeste de Córdoba, más algunas partes de San Luis.

Toda esa riqueza irreemplazable se perdió con la explotación bestial e incontrolada de la empresa británica La Forestal, en los 88 años que fueron de 1872 a 1960, cuando la empresa se retiró después de haber arrasado con aquel fabuloso patrimonio de bosques de maderas preciosas y más de 400 especies animales nativas.

Aquella devastación bestial se hizo a sangre y fuego a partir de que los súbditos ingleses empezaron a “colonizar” y la llamada “expansión del modelo de agricultura capitalista” provocaba uno de los más brutales atentados ambientales del planeta. La Forestal cortaba árboles a mansalva y exportaba tanino, postes y durmientes para ferrocarriles de todo el mundo que mayoritariamente también eran británicos. Esa explotación maderera intensiva y sin reforestar eliminó en pocas décadas la fabulosa llanura boscosa Chaco-Santafesina-Pampeana, llegando hasta lo que hoy se llama El Impenetrable, en el norte chaqueño, que se salvó por serlo y desde entonces lleva ese nombre.

La Argentina de aquellos tiempos fue concebida y explotada por lo que hoy se conoce como “mitrismo” y “roquismo”, ideologías que siempre entendieron la producción agropecuaria en la Pampa Húmeda como factor de acumulación y exportación, tomando a la actividad forestal como complemento de ganancias.

Así, las maderas se destinaban a la industria de la construcción y se usaban como combustibles y también como durmientes para asentar las vías férreas, muchas de las cuales aún hoy trajinan trenes en todo el mundo, y las cuales también exportaba Inglaterra a todo el planeta. Y así fue como la producción intensiva de durmientes de quebracho –que es una madera imputrescible dado el tanino que contiene– impulsó el arrasamiento y derribo de todos los territorios boscosos, que hoy llamamos llanuras.

Aquel paraíso verde, patria de las maderas más duras del mundo, sirvió para que durante décadas se labraran a hachazos los durmientes sobre los que rodaron y todavía ruedan ferrocarriles y subterráneos en todo el planeta. Esas maderas, por dureza y tamaño, requerían de hacheros en equipo, trabajando jornadas interminables bajo calores agobiantes, de manera que la dureza y durabilidad de esas maderas, y en particular del quebracho colorado, eran su virtud pero también su maldición.

Primera productora de tanino a nivel mundial, para explotar esa riqueza la compañía La Forestal fundó unos 40 pueblos y puertos, e instaló más de 30 fábricas de tanino, de las cuales hoy sobreviven muy pocas.

Aquel imperio inglés en el Norte Argentino fue gigantesco y fue feroz. Las inhumanas condiciones de explotación llevaron a que entre los años 1919 y 1922 se organizaran sindicatos de trabajadores que plantearon reivindicaciones bàsicas, como cualquiera exigiría hoy frente a infames condiciones de trabajo, habitacionales y sanitarias. Ni siquiera se les pagaba en dinero sino que se les daban vales –escritos en inglés– que sólo podían canjearse en los almacenes de la compañía. Y cuando los sindicatos obreros lograron un convenio colectivo, la empresa lo incumplió, protegida por el gobierno santafesino y una fuerza llamada “Gendarmería Volante”, que se coordinaba con los parapoliciales de una autoproclamada “Liga Patriótica”.

En diciembre de 1920 la compañía impuso un lock-out patronal, cerrando las fábricas y despidiendo a miles de trabajadores y hacheros, y sus familias, quienes enfrentaron a la empresa hasta que a fines de enero de 1921 el estallido social se extendió a toda la región, y pueblos y bosques vivieron un infierno.

La cacería de huelguistas en las fábricas, en Villa Ana y Villa Guillermina y otros lares, produjo entre 500 y 600 muertos brutalmente ejecutados por cipayos de la compañía británica de tanino The Forestal, Land, Timber and Railways Company.

Así, La Forestalfue responsable, para siempre, de una de las peores masacres de la Historia Argentina, Cientos de huelguistas, en decenas de pueblos norte-santafesinos, fueron asesinados por mandato de la empresa y con implícita autorización del gobierno provincial, que desoyó las órdenes en contrario del Presidente Yrigoyen.

Poco menos de dos años después, aplastados los reclamos, se reabrieron las fábricas de La Forestal en noviembre de 1922. Las cuales volvieron a ser operativas y, de hecho y durante más de 80 años, fueron un Estado dentro del Estado Argentino. Y por si fuera poco, jamás pagaron impuestos ni dejaron de enviar sus multimillonarias ganancias a Inglaterra.

Y encima contaron con la protección del gobernador santafesino, el radical Enrique Mosca, quien acabó siendo abogado de la empresa y en 1946 candidato a vicepresidente de la Nación.

La Forestal se fue de la Argentina en 1960, tras haber talado casi el 90% de los bosques de todo el país y dejando detrás miles de muertos y un daño ecológico absolutamente incalculable, e irreversible. Hoy aquellos bosques maravillosos son campos ralos que producen granos que exportan sectores privilegiados y quién sabe si debidamente controlados.

Años después se conocieron valiosos testimonios alusivos a la desastrosa ocupación británica: el escritor santafesino Gastón Gori fue de los primeros en narrar aquel infierno, y también el gran historiador Osvaldo Bayer. Varias obras de teatro recuperaron la historia de esa barbarie, y en cine destacó la película “Quebracho”, de 1974, dirigida por Ricardo Wüllicher y con las actuaciones estelares de Héctor Alterio y Lautaro Murúa.

Fue un suceso nacional que devino premio consuelo, podría decirse hoy con indignada tristeza, porque La Forestal estará siempre en la ardiente lista de páginas ominosas de nuestra Historia. Y desde luego que todo parecido con la Historia de la Argentina que hoy preside Javier Milei, no será casualidad.

 

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