Cosas que pasan cuando Estados Unidos interviene en nuestras elecciones 

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El domingo 30 de junio de 2002 Bolivia tuvo elecciones presidenciales. Los principales contendientes, según las encuestas, eran el neoliberal Gonzalo Sánchez de Lozada (apodado “Goni”), del MNR (partido heredero de la Revolución del ’52 que había arriado todas sus banderas, como el peronismo menemista) y Manfred Reyes Villa, un outsider que había sido alcalde de Cochabamba y con oscuros vínculos con el narcotráfico, que hacía su campaña a caballo de un populismo derechoso fuera de época. El preferido de la Embajada norteamericana era Sánchez de Lozada, pero las encuestas daban ganador a Manfred por amplio margen. El tercero en discordia, pero muy lejos según los sondeos, era el dirigente cocalero Evo Morales, con una intención de voto de apenas el 7 por ciento.

El embajador norteamericano en Bolivia era Manuel Rocha, quien antes de desempeñar ese cargo había sido encargado de Negocios de los EE.UU. en Argentina durante un largo período (ejerciendo de embajador de facto, ya que la sumisión de Menem a Norteamérica era tan “carnal” que ni siquiera se molestaron en nombrar embajador durante varios años).

Rocha tenía excelentes vínculos con el MNR en general, con su candidato presidencial y sobre todo con Carlos Sánchez Berzaín, mano derecha de Sánchez de Lozada, a cargo de la jefatura de la campaña. Y para la Embajada, Manfred era más peligroso que Evo en esos años, ya que estaban frescos en la memoria los problemas que los vínculos narcos habían provocado en la relación bilateral durante el gobierno de Jaime Paz Zamora en los años ’80.

Así fue como Sánchez Berzaín, a pocos días de las elecciones, se reunió con Manuel Rocha para pedirle un favor muy especial: que se pronunciara en público contra la candidatura de Evo Morales, vinculándola al narcotráfico, para restarle votos populistas a Manfred, jugando con el arraigado sentimiento anti yanqui de los bolivianos y así permitir que Sánchez de Lozada ganara las elecciones. La jugada salió bien. El voto “anti-sistema”, como lo denominaba el equipo de James Carville (ex asesor electoral de Bill Clinton) que conducía la campaña mediática de Sánchez de Lozada, se dividió y Goni ganó las elecciones. Evo salió segundo, a pocos puntos del MNR. “Unos días más y nos ganaba las elecciones”, reconoció por ese entonces uno de los máximos responsables de la campaña del candidato que hablaba mejor en inglés que en español, ya que se había criado en los EE.UU.

Pero como sucede a menudo con las manipulaciones maquiavélicas que suelen comprar los que creen que el poder es impune y dura para siempre, los efectos colaterales de esa intervención electoral tuvieron un resultado imprevisto para los intereses de los EE.UU. en la región: Evo Morales se transformó en la principal oposición al neoliberalismo, mientras Sánchez de Lozada iba a pedirle de rodillas a Reyes Villa para que conformara un gobierno de coalición capaz de salvar el programa económico neoliberal que empezó a hacer agua a pocos meses de asumir el gobierno.

En 2003 Goni renunció a la presidencia luego de una masacre que costó la vida a más de 50 bolivianos y terminó huyendo a los Estados Unidos, junto con su ministro de gobierno, Carlos Sánchez Berzaín. Asumió la presidencia el vicepresidente Carlos Mesa y Evo Morales se consolidó como el principal líder de la oposición. En 2.005 arrasó en las elecciones presidenciales, inaugurando un periodo de profundas reformas económicas y sociales que duró casi dos décadas.

EE.UU. se quedó sin cartas que jugar. Evo expulsó a la Embajada del país y rompió relaciones con los norteamericanos, acusándolos de injerencia en la política interior boliviana y Manuel Rocha vio sepultada su carrera diplomática. El 1 de diciembre de 2023 fue arrestado en Miami acusado de actuar, durante 40 años, como espía cubano infiltrado en el servicio diplomático de EE.UU. En abril de 2024 se declaró culpable y fue condenado a 15 años de prisión.

Sánchez Berzaín terminó en Miami, ligado a grupos anticastristas, dirigiendo la ONG Interamerican Institute for Democracy, vinculada a la CIA, institución que se dedica a hostigar a los gobiernos progresistas latinoamericanos y que forma parte de las instituciones orgánicas de la ultraderecha a nivel mundial. Nunca reconoció que fue él quien convenció al embajador norteamericano para que se pronunciara contra la candidatura de Evo Morales.

Los Estados Unidos, mientras tanto, siguieron ignorando el profundo sentimiento antiimperialista que atraviesa a las sociedades latinoamericanas. Algo que demostró Donald Trump con enorme torpeza esta semana, cuando ató la suerte del programa de ayuda económica al gobierno de Javier Milei al resultado de las próximas elecciones del 26 de octubre. La extorsión no es la mejor estrategia cuando los ciudadanos están a punto de emitir su voto. Los efectos colaterales de semejante injerencia todavía no son visibles. Pero la historia del continente está plagada de ejemplos que demuestran lo mal que suelen salir las cosas cuando los EE.UU. intervienen de manera tan directa en nuestras decisiones soberanas. 

 

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