La pregunta no esquiva el bulto. Incluso hay más razones para hacérsela si se compara al Mundial de la FIFA 2026 con los últimos dos, de Rusia y Qatar. ¿Debería Estados Unidos organizar la Copa del próximo año? La respuesta indicaría que no. Existen motivos de política interna, sociales, geopolíticos y además deportivos. Sobran argumentos para sostener la negativa y podría agregarse otro, aunque más discutible: el económico. El posible cierre del gobierno por falta de acuerdo en el presupuesto entre republicanos y demócratas, el estancamiento del empleo y los altos aranceles, más la quita de impuestos a los más ricos, contrastan con el crecimiento de su PBI después de la pandemia. EE.UU gastará un billón de dólares en Defensa y recortará en salud, educación y ciencia este año. Parecen razones inocuas para que los considere la poderosa organización que preside el suizo Gianni Infantino, pero describen el contexto en que se desarrollará el torneo.
A la ya compleja situación del país, Donald Trump, un socio empático con las necesidades de la FIFA pero impredecible, le agregó un problema extra. Acaba de advertir que podría modificar sedes y partidos del torneo por razones de seguridad. No le gustan Seattle y San Francisco. Dijo que están “mal administradas”. No es casual. Se ubican en estados gobernados por los demócratas Bob Ferguson y Gavin Newsom, con quienes se lleva muy mal.
Todavía hoy, quizás suenen dulces aquellas palabras que le regaló Infantino a Trump en la Casa Blanca durante su primer mandato, en agosto de 2018. “Estamos aquí para organizar el mayor espectáculo del planeta. Y lo haremos juntos, señor presidente”. No hablaba todavía con el jefe de Estado que en su segundo gobierno iba a deportar inmigrantes en masa, ni con el que pretende anexionarse Groenlandia – territorio autónomo de Dinamarca -, ni el que asedia a Venezuela y Cuba en el Caribe con la armada, ni el que dio la orden de bombardear Irán sin ser atacado previamente o confraterniza y financia con armamento al genocida Benjamín Netanyahu. Son solo algunos hechos de su agresiva agenda que se destacan en los ocho meses y poco más de su gobierno.
A Rusia se la criticó antes del Mundial 2018 por las sospechas de corrupción para obtener su sede, las políticas homofóbicas y la forma en que apoyó militarmente la autonomía de Crimea y la región del Donbás en su área de influencia. Fue después de invadir Ucrania cuando en un trámite exprés, la FIFA y la UEFA decidieron en cuatro días sancionarla. Infantino declaró: “Me he quedado impactado por lo que he visto. Estoy preocupado por esta situación. La FIFA condena la utilización de la fuerza por parte de Rusia”.
Para decirlo en una de las siete lenguas que domina, el italiano, hizo “silenzio stampa” (un apagón de prensa) desde que comenzó la masacre en la Franja de Gaza. Nada comentó de una posible sanción a Israel para evitar que participe en el Mundial 2026. Aunque es difícil que se clasifique en las eliminatorias europeas. Definirá su suerte con Italia de visitante.
Resta esperar qué hará la federación con la última recomendación del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas que calificó como “genocidio” lo que sucede con el pueblo palestino. En un comunicado detallaron ocho expertos de la ONU: “El deporte debe rechazar la percepción de que todo sigue como de costumbre”.
A Qatar le hicieron imputaciones por las decenas de muertes de trabajadores en la construcción de los estadios del Mundial 2022, el régimen laboral draconiano que tenía el emirato, más acusaciones de homofobia, misoginia y ataques contra la comunidad LGBT+. También fueron explícitas las denuncias por pagos de sobornos para ser anfitrión de la Copa. Estados Unidos estuvo detrás porque había perdido la votación en la FIFA para ser la sede que ahora tendrá el año próximo.
El Mundial coincidirá con el 250° aniversario de la independencia de EE.UU que con Trump tiene prevista una serie de actos conmemorativos. La Copa de la FIFA encajará muy bien. Como se trata del anfitrión, se prevé que será selectivo y no habrá lugar en los estadios para el millón de migrantes que su gobierno espera deportar solo en 2025. El objetivo es alcanzar una cuota de 3 mil arrestados por día hasta llegar a la cifra planteada. Es casi imposible que la logre este año.
Pero no conforme con su discurso de mano dura, la retórica de Trump y sus funcionarios llegó a límites de perversión inocultable. Su secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, declaró en agosto pasado que el gobierno empezó a pintar de negro el muro que se levanta en la frontera con México, para que su superficie se caliente más con altas temperaturas y resulte muy difícil ser escalado. En X escribió después de visitar el lugar: “Este muro es parte del cambio. Demasiado alto para escalarlo. Demasiado estrecho para atravesarlo. Y ahora, tan caliente al tacto que los delincuentes extranjeros ilegales ni siquiera lo intentarán”.
Es una señal de lo que podría ocurrir en la frontera y también puertas adentro. En los pantanos de la Florida, el gobierno republicano ideó otro disuasivo antiinmigrantes. Una cárcel para extranjeros que EE.UU considera indocumentados. Trump se pavoneó cuando la visitó: “Les vamos a enseñar a huir de un caimán, ¿de acuerdo? Si escapan de la prisión, a huir. No corran en línea recta. Corran así (lo dijo mientras movía la mano en zigzag) ¿Y saben qué? Sus posibilidades aumentarán aproximadamente un 1 por ciento”. Al centro de detención lo bautizaron “Alligator (Caimán) Alcatraz”. Está rodeado de reptiles de buen porte.
¿Qué pasará con la selección de Irán, ya clasificada al Mundial y cuyos ciudadanos tienen prohibido el acceso a la tierra del American dream?Se estudia la posibilidad de que la fase de grupos la juegue en México – coanfitrión de la Copa junto a Canadá – y se evite un cortocircuito con el gobierno de Trump. Pero hay una excepción que podría aplicarse a jugadores, cuerpo técnico o familiares de los equipos que participan en el Mundial.
En Estados Unidos un extranjero es observado con lupa. Y más cuando hay razones políticas de por medio. Se le canceló la visa al presidente de Colombia, Gustavo Petro y antes había sucedido lo mismo con el juez del Supremo Tribunal Federal de Brasil, Alexandre de Moraes. Los dos países se clasificaron a la Copa 2026. Pero si ambos quisieran viajar a ver un partido no se les permitirá la entrada. Netanyahu podría en el hipotético caso que se clasificara Israel. Aunque la FIFA y la UEFA evalúan en estas horas una sanción tardía como la que se le aplicó a Rusia.