Salarios, productividad y distribución: el desafío pendiente de la Argentina hacia 2026

Un informe de Focus Market advierte que, aunque la productividad del trabajo creció en el último año, la mejora no se tradujo plenamente en salarios y la participación del trabajo en el ingreso sigue por debajo del 50%.

Un nuevo informe de Focus Market puso el foco en una de las tensiones estructurales de la economía argentina: la relación entre empleo, productividad y salarios, y cómo se distribuyen los beneficios del crecimiento de cara a 2026. El estudio señala que crear empleo formal es condición necesaria, pero no suficiente, si no está acompañado por un aumento sostenido de la productividad y una distribución más equilibrada del ingreso.

“La discusión sobre el empleo no puede separarse de otra cuestión central: la productividad. Crear trabajo formal es necesario, pero no suficiente si esos puestos no vienen acompañados de una mejora en la capacidad de producir más y mejor”, explicó Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market. Según remarcó, la productividad del trabajo es el motor que permite sostener el crecimiento económico de largo plazo y, al mismo tiempo, mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores.

Productividad en alza, salarios rezagados

Durante el último año, la productividad del trabajo en la Argentina aumentó un 5,1% por puesto y un 5% por hora trabajada, en un contexto de crecimiento del 6,3% del valor agregado bruto (VAB). Sin embargo, el informe advierte que esta mejora promedio esconde fuertes diferencias entre sectores y no se reflejó de manera proporcional en los salarios.

Entre los rubros con mayor avance de la productividad se destacan la intermediación financiera (+25,6% por puesto), la explotación de minas y canteras (+12,1%), la industria manufacturera (+8,8%) y el comercio (+7,7%). En estos casos, el crecimiento estuvo vinculado a mayores niveles de inversión, digitalización y modernización de procesos productivos. La construcción, con una suba del 7,2%, también mostró mejoras asociadas al uso más intensivo de maquinaria y tecnología.

En contraste, sectores como pesca (-47,9%), electricidad, gas y agua (-8,1%) y trabajo doméstico (-0,1%) registraron caídas significativas en la productividad. Se trata, en general, de actividades con bajo nivel de inversión, alta informalidad o escasa incorporación tecnológica, lo que limita la generación de valor agregado y, en consecuencia, la posibilidad de mejorar los salarios.

Una economía en dos velocidades

“El aumento de la productividad no puede basarse en la precarización del trabajo ni en la simple reducción de costos laborales”, advirtió Di Pace. “Los países que logran combinar crecimiento sostenido con bienestar lo hacen a partir de mayor inversión, innovación y capacitación de sus trabajadores”, agregó, y sostuvo que en la Argentina el desafío pasa por modernizar las reglas laborales para incentivar la formalización y la competitividad, sin quitar derechos.

El informe describe una economía en dos velocidades: por un lado, sectores modernizados y con potencial exportador; por otro, actividades rezagadas por cuellos de botella estructurales. Superar esa brecha es clave para que el crecimiento sea más equilibrado y los beneficios de la productividad se distribuyan de manera más equitativa.

Distribución del ingreso: el salario pierde peso

El análisis del período 2017–2025 muestra que el crecimiento de la productividad no se tradujo en una mejora proporcional de los ingresos laborales. En el segundo trimestre de 2025, los salarios representaron apenas el 46% del VAB, mientras que el 54% restante se distribuyó entre ganancias empresarias, rentas, ingresos mixtos e impuestos.

Esto implica que menos de la mitad de lo que produce la economía argentina llega a los trabajadores, una tendencia que se profundizó desde 2018, cuando las ganancias comenzaron a crecer más rápido que los salarios. Aunque desde 2023 se observa una leve recuperación, la participación salarial sigue lejos del 50% registrado en 2017.

A nivel sectorial, las actividades intensivas en mano de obra o de carácter público —como enseñanza, salud, transporte y construcción— muestran una mayor participación salarial, que va del 50% al 100% del valor generado. En cambio, sectores capital-intensivos como el agro, la minería, la electricidad y gas o las actividades inmobiliarias concentran el ingreso en el excedente de explotación. En el agro, por ejemplo, las ganancias más que triplican el monto total de las remuneraciones.

Reformas para un crecimiento inclusivo

La brecha entre capital y trabajo se redujo en el último año, pasando de 1,37 a 1,19, aunque todavía se mantiene por encima del nivel de 2017 (1,04). En la industria manufacturera, el reparto se volvió más equilibrado, impulsado por la recuperación de la productividad y del empleo formal.

Para Focus Market, recomponer la participación de los salarios en el ingreso nacional no es solo una cuestión de equidad, sino también una condición para el crecimiento económico. Un mayor peso de los salarios fortalece el consumo interno, motor central de la demanda agregada.

“Una reforma laboral bien diseñada debería actuar como puente entre productividad y salario”, señaló Di Pace. “El desafío no es elegir entre flexibilidad o derechos, sino entre estancamiento o crecimiento con inclusión. Si los aumentos de productividad se reparten de manera más equilibrada, la expansión del empleo formal y del consumo interno puede sostener un círculo virtuoso de desarrollo”, concluyó.

 

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