2025 y su hilo rojo: el ausentismo 

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Ayer concurrimos a las urnas de manera nacional por vez número 23 desde el retorno de la democracia, elecciones de convencionales constituyentes de 1994 incluidas. El resto de esas elecciones se reparten entre presidenciales y de medio término. Pensando sólo en estas últimas, fueron nuestras doceavas elecciones de diputados y senadores nacionales.

El peor pronóstico esperable ocurrió, la participación electoral fue de 66%, la elección general con menor concurrencia desde el retorno de la democracia. Se vuelve a marcar un triste récord, superando el de 2021, que hasta ahora venía siendo la peor con 71% de electores totales. Y eso que los comicios de ese año estuvieron signados por la pandemia y el descontento con el gobierno de la fórmula Alberto Fernández–Cristina Fernández de Kirchner.

Durante el nutrido cronograma electoral federal de todo 2025, asistimos a elecciones provinciales y de la CABA en su mayoría desdobladas, las cuales fueron guionadas por el mismo hilo conductor: el elevado ausentismo. En promedio, tomándonos la licencia de agrupar elecciones muy disímiles (Corrientes incluso ejecutiva), el ausentismo rondó el 60%. Quiere decir que 4 de cada 10 electores de las once elecciones previas (contando las dos en Santa Fe entre PASO y locales) eligió no concurrir a votar. En absolutamente todas fue a votar menos gente que en su elección comparable inmediatamente anterior.

Dentro de las interpretaciones de este alejamiento de las urnas, que viene en declive desde 1983 pero ha pegado un salto significativo desde 2021, podemos encontrar insatisfacción con la democracia (aun cuando se le exigen socialmente más cosas que las que puede abarcar y para las que fue diseñada), descontento con los partidos políticos y sus representantes, el marcado divorcio entre el régimen y la prosperidad macro y micro económica, desdoblamientos masivos (como el de este año), entre otros.

A estos factores hay que sumarle que siempre las elecciones legislativas presentan una concurrencia menor que las ejecutivas. No solo en Argentina, es una tendencia sostenida a nivel mundial. Esto producto de que se percibe a las elecciones de medio término como no definitorias del rumbo de un país, provincia o municipio. Si bien esta conclusión podría presentar matices, esa es la percepción generalizada.

En términos de la calidad del sistema, elevados niveles de ausentismo implican una pérdida de legitimidad de la democracia y su sistema de selección de candidatos, representación de intereses, resolución de conflictos, etc. Podemos decir que un poco perdemos todos, porque aunque las causas de enojo ciudadano sean válidas, no elegir implica que otro lo hace por vos.

Nuestro régimen político se apalanca a nivel mundial en una ciudadanía comprometida con sus derechos y obligaciones. En países como Argentina, votar es una obligación. Por lo tanto, lo primero que advertimos, si el ausentismo sigue presentando estos niveles en futuras elecciones, es que ingresamos a un terreno de ciudadanía de baja intensidad, ergo, democracia también de baja intensidad.

En América Latina tampoco hay uniformidad, en países que establecen la obligatoriedad tenemos casos como los de México o Paraguay que tienen elevados abstencionismos, pero la contraparte son Perú y Uruguay, donde la concurrencia a las urnas es muy masiva.

Algunos analistas esperábamos que las elecciones nacionales 2025 convocaran con mayor intensidad a la ciudadanía, pero solo se ha superado el promedio de participación provincial de este año en 6 puntos porcentuales (de 60% a 66%). Hay además de todos los factores mencionados otro muy importante: desde el gobierno nacional ha sido muy tibia la campaña de difusión acerca de los comicios y acerca del uso del nuevo instrumento de votación, la Boleta Única Papel (BUP). Sólo sobre el final de la campaña el propio Milei pidió a la gente que fuera a votar, atento a la experiencia con las elecciones bonaerense en donde el mayor porcentaje de ausentes fueron votos libertarios blandos.

Tal parece que el fenómeno de ciudadanos apáticos ha llegado para quedarse también en Argentina. Esperemos que solo sea por un tiempo, dado que la democracia funciona si el sistema cuenta con legitimidad. Y nuestro país necesita de mayores acuerdos programáticos para solucionar sus múltiples cuellos de botella.

* Polítologo, magister en metodología de la investigación social, consultor y analista político.

 

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