Hay un futuro posible para la Argentina 

  ​

Hay acontecimientos cuya irrupción en la historia deja una marca imposible de borrar. Hace 80 años, el pueblo trabajador salió a las calles para afirmar su lugar innegable como sujeto político, en un acto de lealtad hacia quien supo reconocerlo, representarlo y darle derechos: Juan Domingo Perón.

Desde aquel 17 de octubre de 1945, el peronismo es un movimiento que contiene, representa y moviliza a distintos sectores de la sociedad en defensa de sus tres banderas históricas: soberanía política, independencia económica y justicia social. Hoy, más vigentes que nunca frente a las políticas de ajuste salvajes que empujan al país hacia una recesión que golpea con fuerza a los sectores más débiles y vulnerables de nuestra sociedad, pero también a la clase media, a profesionales, pequeños y medianos empresarios, comerciantes, productores agropecuarios e industriales. No hay sector que haya quedado al margen del retroceso que implica la quita de derechos, la destrucción del entramado productivo, la especulación financiera y la entrega de nuestra soberanía

El gobierno de Milei busca fragmentar el tejido social, apostando al individualismo, al “sálvese quien pueda” y a la antipolítica como las principales armas para desmovilizar a la sociedad y así poder llevar adelante un proyecto de país para unos pocos. Sin embargo, la conciencia popular y la solidaridad vuelven a emerger como una fuerza que resiste la destrucción y reconstruye comunidad frente al individualismo, que defiende el interés nacional frente a la entrega. En esa tensión se juega el futuro de la Argentina.

Nuevamente, fueron muchos los que afirmaron que el peronismo había perdido la capacidad de identificar y, por lo tanto, de representar e interpelar al sujeto político de hoy en día. Si bien es verdad que las derrotas generan dispersión y requieren momentos de reflexión, la mayoría, siguiendo sus banderas, comprendió que el sujeto político sigue siendo aquel que busca, a través del trabajo y la solidaridad, el bienestar propio y el de los otros.

Tenemos la convicción de que la precarización, el pluriempleo y la informalidad laboral no son elementos de un destino inevitable, sino consecuencias de un modelo de valorización financiera que destruye la producción nacional, desalienta la industria y nos convence de que el sujeto político es ese individuo hobbesiano propio del “todos contra todos”.

El 17 de octubre estableció una verdad insoslayable: no hay desarrollo sin justicia social, sin trabajo y sin comunidad. Los peronistas sabemos que el futuro no se construye con algoritmos ni con timba financiera, sino con una producción que impulse cadenas de valor nacionales, con pymes, con un sector agropecuario industrializado, con energía nuclear, gas y petróleo, con ciencia, tecnología y educación. En el siglo 21, la verdadera independencia de un país radica en la capacidad que tenga de transformar sus recursos en industria, conocimiento y bienestar.

Para la construcción de ese camino, nuestras tres banderas históricas siguen más vigentes que nunca: como respuesta al entreguismo al que nos somete el gobierno de Milei, el peronismo reivindica la soberanía política para decidir nuestro destino como nación.

Frente al ajuste, la entrega de nuestros recursos y la destrucción de la matriz productiva, reafirmamos la independencia económica. No se trata de aislarnos, sino de ejercer la libertad de elegir con quién comerciar y bajo qué condiciones. En un mundo que avanza hacia la multipolaridad, la integración regional y la participación en espacios como los Brics son oportunidades concretas para fortalecer nuestro desarrollo y defender nuestra soberanía. La Argentina debe insertarse en el mundo con autonomía y dignidad, no como súbdita de los poderes financieros.

Por último, sin soberanía política, ni independencia económica, no hay comunidad posible. En un contexto atravesado por la concentración de la riqueza y la desigualdad, defendemos un modelo de desarrollo con justicia social.

El peronismo mira hacia adelante. Cada vez que intentaron destruirlo o proscribir a sus líderes, de Perón a Cristina, fue porque representa un futuro posible para todos, que amenaza los privilegios de unos pocos poderosos.

Este es el mes del pueblo, y así como sucedió aquel histórico 17 de octubre de 1945 y el pasado 7 de septiembre en la provincia de Buenos Aires, el próximo 26 de octubre quedará demostrado, a través de las urnas, que los argentinos sabemos y podemos frenar las políticas de avasallamiento que oprimen nuestro desarrollo. 

El gobierno de Milei pretende destruir el tejido social y borrar nuestra identidad colectiva, pero no hay ajuste que pueda vencer la conciencia de un pueblo que sabe que la solidaridad y la lucha colectiva son el camino para construir la patria que todos soñamos. Porque, como decía Perón, nadie puede realizarse en una comunidad que no se realiza.

 

Compartir:

Podría interesarte...