La nueva encrucijada 

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Hay dos circunstancias que marcan a fuego la situación argentina actual: la injusta detención y proscripción de Cristina -referente principal del movimiento nacional y popular- y el inesperado y aplastante triunfo de Axel Kicillof en septiembre.

Estas dos circunstancias exceden el marco de las operaciones políticas y superestructurales, aunque sea un tensión de las cual los medios se ocupan extensamente. En última instancia atañen a la militancia, a los sectores populares no encuadrados y a las nuevas voluntades políticas que sienten la imperiosa necesidad de poner un punto final a la crueldad de la ultraderecha.

La detención de Cristina y el triunfo de Axel no solo son cuestiones que gravitan en un determinado espacio político, sino que afectan en su propia raíz al movimiento nacional y popular. Intentar separarlas, contraponerlas o darles el estatuto de un antagonismo de la interna –como pretenden algunos– sería un error político de primer orden. Sería desconocer la nueva historia que el kirchnerismo ha sabido reinventar con el telón de fondo del peronismo. Sería también dilapidar una energía que no solo no transformaría la situación, sino que formaría parte de repeticiones harto conocidas. En otros términos, sería funcional al enemigo.

No existe ningún problema conceptual ni de praxis política si se admite la importancia que tienen ambas situaciones. Dicho de otro modo, las dos constituyen y dan forma a esta nueva encrucijada.

Axel no hubiera existido sin Cristina y la memoria permanente que ella representa, y no se hubiera encontrado con el triunfo si no hubiera asumido con seriedad y arrojo el legado y la causa del kirchnerismo.

Sin embargo, la responsabilidad de que el proyecto nacional y popular retorne no depende ni de la interna ni de ellos dos. Depende de una elaboración de cada uno consigo mismo y con los otros sobre cómo se llegó a esta situación de indignidad. Un análisis sin coartadas que no implique solamente echarle la culpa a los otros.

¿Es verdad que el pueblo argentino ya le ha dicho que no de una manera irreversible a la payasada ultraderechista? ¿Estamos en el momento de comprender o en el momento de concluir?

Aplacar el goce hostil de la interna ayudaría, sin duda, a aclarar esta cuestión.

 

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