Un golpe mortal al corazón de la ciencia y la investigación 

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El ajuste que proyecta el Gobierno de Javier Milei en el Presupuesto que envió al Congreso para 2026 será un verdadero golpe mortal para las áreas de ciencia y tecnología. Se trata de dos sectores que desde la asunción del ultraderechista han sufrido drásticos recortes que dificultan la investigación y el desarrollo de proyectos y que han llevado a que cientos de científicos vuelvan a mirar con cariño a Ezeiza como la puerta de salida a una crisis que no hace más que agravarse día a día.

Así, el sistema científico agoniza entre falta de dinero para comprar reactivos o renovar equipos, becas que no cubren ni el alquiler de un monoambiente y un discurso que se ufana de pasar la motosierra por áreas que podrían aportar dólares, generar empleos y modificar la matriz productiva del país.

Motosierra para la ciencia

El presupuesto que Milei envió al Congreso esta semana va en contra de leyes sancionadas por el Congreso de la Nación que buscan garantizar un crecimiento sostenido de la inversión en ciencia y tecnología hasta alcanzar en 2032 el 1 % del PBI. El proyecto anunciado por cadena nacional prevé eliminar los artículos 5, 6 y 7 de la Ley de Financiamiento del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología (de 2021) que además prohíbe que el Estado invierta menos fondos que los de años anteriores.

Los tiempos de la ciencia

Para la bioquímica Raquel Chan, investigadora del Conicet en la Universidad Nacional del Litoral, “no fue una sorpresa”. “Este gobierno no quiere que el Estado financie ni la salud, ni la educación ni la ciencia”, afirmó a Página|12. Chan es la responsable de una de las investigaciones más trascendentales del campo científico argentino: sus trabajos permitieron la producción del trigo HB4, con mayor tolerancia a las sequías, logrando una producción de alimentos más estable, reduciendo riesgos de inseguridad alimentaria y mejorando rendimientos en zonas afectadas por la falta de agua.

Esto es clave en un país que es afectado por períodos de sequías que producen daños al agro y la economía: en 2023 las exportaciones cayeron 18.000 millones de dólares. Pero el camino de Chan no fue sencillo y, como ocurre siempre con la ciencia básica, requirió tiempo. Sus investigaciones comenzaron en 1995, con apoyo del Conicet. Ocho años más tarde el trigo HB4, genéticamente modificado para resistir al estrés hídrico, fue patentado por una empresa privada, que escaló el proyecto. En 2020 fue aprobado por las autoridades y en la campaña de 2022 y 2023 se comenzó a utilizar comercialmente. Sin embargo, hoy Chan observa un panorama desalentador. Este recorte implicará que los investigadores busquen otros horizontes”, dijo. Pero eso comenzó a verlo hace un año y medio, cuando la fuga de cerebros pasó de un temor a una realidad. “Se van los más jóvenes. Nos están sacando la alfombra de abajo de los pies. Con becas tan degradadas, los chicos se van a empresas o al exterior. Hay becas de Agencia que son de 700 mil pesos, no alcanza ni para un alquiler decente”, agregó. Pero su laboratorio no es el más afectado, ya que forma parte de un proyecto estratégico. “Hace poco nos pagaron una cuota. Con mucho retraso, pero es mejor que no tener nada”, afirmó. “Hoy a casi nadie le dan subsidios, nuestro Instituto está sufriendo. Tenemos algún dinero por servicios especializados que ofrecemos a terceros y empresas y quedaron regalías. Podemos sostener el equipamiento, pero no sé por cuánto tiempo más”, lamentó la investigadora.

Motosierra en el laboratorio

Así las cosas, el sistema argentino de ciencia y tecnología agoniza mientras enfrenta el peor ajuste en su historia, entre despidos, recortes de becas y fondos para financiar proyectos y falta de recursos para sostener los institutos. Un ejemplo: un año atrás, Chan debía comprar ella misma los productos de limpieza —una mopa y un escobillón, contó entonces— para que cada investigador limpie su espacio de trabajo. “Eso se resolvió. Ahora mandan (recursos), con restricciones y austeridad. Sí tenemos que comprar nosotros repuestos y pagar el mantenimiento de equipos, porque para eso no alcanza el presupuesto”. “Al menos están pagando la luz”, aseguró con resignación.

En 2024, el ajuste fue de casi 33 % en comparación con 2023, según el Centro Iberoamericano de Investigación en Ciencia, Tecnología e Investigación (Ciiti) que dirige el exministro de Ciencia, Daniel Filmus. En Conicet, INTA y la Comisión Nacional de Energía Atómica el derrumbe fue de 20 a 28 %, según consignó Página|12 en su edición de hoy. Los salarios cayeron un 30 %.

Además, la inversión en bienes de capital para ciencia se redujo un 65% en dos años. Sin equipamiento, los investigadores y las áreas de apoyo técnico ven seriamente comprometidas las posibilidades de desarrollar sus actividades.

Con el Presupuesto que envió Milei al Congreso además Argentina iría en contra de absolutamente todo lo que hacen los países desarrollados, incluso aquellos que admira el Presidente, como Estados Unidos e Israel, que invirtieron 3,5 % y 6,1 % de su PBI a investigación y desarrollo científico. Alemania, potencia europea, viene invirtiendo por encima del 3 % hace años. Y en Francia se ubica por encima del 2 % del producto bruto. Más presupuesto para cambiar la matriz productiva Lino Barañao, ministro de Ciencia bajo los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y Mauricio Macri, también leyó con pesar el presupuesto para 2026 que Milei envió al Congreso, y advirtió que a largo plazo la ciencia no está incluida como elemento de importancia para el desarrollo de la Argentina. “El sistema está en un proceso de destrucción. Incluso si aparecieran fondos —y hay millones de dólares ya otorgados por organismos internacionales— no hay gente capaz de adjudicar los proyectos ni administrar los fondos”, dijo a Página|12.

La desinversión en ciencia podría llevar al país a una paralización total de un sistema que es fundamental para dar respuestas a grandes problemas del país, como enfermedades desconocidas, poco investigadas o cuyos descubrimientos y tratamientos sos esperados con esperanza por miles de personas, pero también para atender la restricción externa, la falta de dólares y una matriz productiva enfocada en un modelo extractivista.

Como el proyecto de trigo resistente a la sequía que desarrollaron Chan y su equipo, hay cientos de iniciativas científicas donde las alianzas público-privadas aportan al desarrollo económico, desde un yogur con probióticos que es protagonista en las góndolas de todos los supermercados del país hasta el acuerdo que hizo el prestigioso bioquímico Gabriel Rabinovich junto a la startup Galtec para diseñar medicamentos y terapias contra el cáncer cuyas pruebas de fase clínica comenzarán el año que viene.

¿Más? Kits para detección rápida de enfermedades; producción de cerveza con levaduras nativas; desarrollo de celdas de combustible e hidrógeno; biofertilizantes y harinas fortificadas son algunas iniciativas donde el desarrollo de base fue de investigadores del sistema público que tras años de trabajo lograron el interés del sector privado. “En los últimos años hubo inversiones importantes del sector privado de desarrollo tecnológico”, afirmó Barañao. “La idea es que el conocimiento llegue a la gente, con creación de empleos y promoviendo el ingreso de divisas”, dijo. “Eso se logra modificando la matriz productiva hacia una economía más basada en el conocimiento que en el modelo extractivo”, agregó. Sin embargo, para Barañao el período es “crítico”. “Confío en que habrá cambios. Es urgente recuperar la actividad científico-tecnológica para cambiar el perfil productivo del país y generar empleos de calidad, que es la función de la ciencia”, recalcó.Para Chan, la situación es “penosa”. “Las empresas no van a invertir en ciencia. No lo hacen. En países que tienen gobiernos de derecha, la ciencia también la financia el Estado”, resaltó. “Ninguno de los investigadores que hacen grandes desarrollos como Andrea Gamarnik, Jorge Geffner, Rabinovich o yo misma salen de un repollo. Son casos de éxito, desarrollos novedosos, con posibilidades de ser productores del mercado y exportables”, sostuvo. Pero “todos requieren dinero, porque sino, no llegan”, dijo Chan. “Los países que se desarrollan y logran subir su PBI y su bienestar son los que invierten en ciencia”, agregó.“La herencia va a ser muy pesada”, concluyó con pesar.

 

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