El clima de dudas y escepticismo que sobrevuela la Argentina desde hace casi dos años, este domingo –y era hora– devino esperanzador gracias a la certeza y nueva comprobación de que este pueblo no se suicida así nomás.
Por más que metió la pata hasta el cuadril al encumbrar a una banda de místicos corruptos –y sin haber producido aún el gran cambio político, social y sobre todo moral que como joven y riquísima nación nos merecemos casi 50 millones de compatriotas– el gran Pueblo Argentino este domingo se dio un magnífico ejemplo a sí mismo.
Fue gracias a ello que la grosera y cipaya necedad política de fachos y cavernícolas propios, en grotesca connivencia con el oportunismo inmoral y violento del capitalismo mundial contemporáneo, al menos esta vez pudieron ser vencidos moralmente por un pueblo sufriente, abusado y ofendido, que de pronto un domingo dio vuelta la taba. Como se veía venir. Como era cantado. Como no podía soportarse más y era imperativo darle respiro y volver a ser Patria.
Y es importante subrayarlo porque este domingo no venció el peronismo solamente. Ni un dirigente o puntero al azar. Este domingo venció el sentido común y vencieron también la decencia y la educación, la solidaridad y el ingenio, la fraternidad y la memoria, sobre todo la memoria. Y Axel Kicillof fue el padre y motor de este triunfo inobjetable. Fue quien puso en comparación al Estado presente contra el ausente. Y mostró naturalidad contra psicopatía, verdad cotidiana contra espejismos del mercado.
Correspondería decir, entonces, y en lenguaje duro, que aparte del resentimiento y la confusión que imperaron los últimos dos años en todos los estamentos de nuestra Patria –sean laborales, productivos, educacionales– era hora de terminar la pesadilla que padecía –y padece aún– el pueblo argentino que hoy despertó de un letargo repugnante, engañoso, inmoral y falaz por donde se lo mire. Y que al menos autoriza a sentir una leve esperanza porque, guste o no, hoy comienza una nueva oportunidad de recuperación que, sin dudas, deberá ser de trabajo honrado, recuperación educativa y explotación nacionalizada y propia de todas las riquezas naturales de nuestro bendito territorio nacional.
Ahora, como pueblo, podría vivirse una extraordinaria lucha por la Paz y la Verdad, por el Patriotismo y la recuperación de todos los bienes nacionales que los mierdas de los últimos dos años rifaron y ahora habrá que negociar con todos los Fondos Monetarios y los supuestos acreedores, donde sea que se encuentren y por mucho que se resistan como las ratas que han sido, son y serán.
Este pueblo laburador e ingenioso que somos debería, de una buena vez, aprender a parir de nuevo la esperanza pero para asegurar el futuro de las generaciones venideras, o sea nuestros hijos y nietos. Una tarea chiquitita, quizás, pero al fin generadora de esperanzas menos frágiles. Porque así de jodido está este país que amamos con sus climas intensos y sus deterioros políticos, este país falto de sal y de pimienta, y a veces también de dulce de leche y besos como para gestar sonrisas a la par y amor del bueno.
No como ahora, que somos un país cascoteado por acontecimientos, decisiones y engaños que abruman, afectan el pensamiento y la lectura, y la consideracion y la paciencia. Basta ver en la tele argentina a esa señora Lemoine, que es prueba clara y cabal del deterioro político más evidente. O el cana candidato que se inventaron sobre la hora; o el amigo afanancio que se hizo pipí en las patas e hizo mutis y nadie sabe si dijo lo que dice que no dijo, o si negoció con el innombrable los juegos de ladrones y chorizos malolientes. O en una de esas sólo se trata de la generalizada ceguera política de una sociedad harta de tanto equivocarse y creer en las catervas de la política chiva y maloliente que hoy caracteriza a esta tierra.
La soberbia, el grito, la provocación emparejados con las hordas de legisladores que han convertido al parlamento en una burda feria de vanidades y a la vez de sórdidas batallas, sucias casi todas.
No es gran cosa redactar todo esto, pero quizás tampoco desechable en tiempos de honestidades dudosas, donde ser de veras decente y cultor de transparencias sólo sirve para que te digan que sos “un idealista al cuete” o directamente un gil.
La jornada electoral terminó emotiva –lágrimas incluidas sobre todo en los ambientes peronistas– y bien compartida con el escepticismo generalizado de los predicadores televisivos del inalterable gorilismo criollo.
El clima de época influyó en todas las decisiones y posturas, y la decepción, el miedo, el hartazgo, asomaron como típicas formas de rebajar la autoestima, empujando tantas veces a bajar los brazos, o mejor, a irse del país. Esa nueva tendencias de muchachadas argentinas que buscan horizontes en la inocultable decadencia de los Estados Unidos y en los cinismos europeos de siempre.
Como sea, el episodio electoral no terminó con nada, y la esperanza de futuro seguirá constituyendo el mejor marco para todo proyecto colectivo. El pueblo argentino sabe muy bien que fueron lejanas expectativas las que convocaron a gentes venidas de diversas latitudes a nuestro actual territorio, quienes cruzaron el Estrecho de Bering y caminaron o navegaron hacia el sur, buscando refugio y alimento que encontrarían en playas, montañas y praderas por las que lograron asentarse y hasta convivir con pueblos nativos.
Hoy los tiempos son diferentes. Hoy son de sufragios, macaneos y desesperación. Hoy es votar con menos ilusiones, sin la fe robusta de otros tiempos y quizás, incluso, mirando a los costados sin más criterio ni excusa que votar por obligación cívica. Y del abanico electoral elegir con esperanzas pequeñitas. Luchando contra corruptos, eso sí, y contra todo lo que les es propio, chivo y maloliente. Y hoy rodeados de miserabilidad al palo, producto de malos en serio, malos ejemplares. O sea mala gente, de esos que son los peores que toda sociedad tiene, modelos cárcel o bala. Basura humanoide. Que ni para humana da.
Huir, exiliarse es verdad que dibuja nuevas realidades, y que devuelve a Europa los nietos y bisnietos de los arribados antes y durante el Primer Centenario, y que ahora exploran vuelven a explorar oportunidades de trabajo y otras formas de vivir en Australia, Canadá y los Estados Unidos.
¿Que este texto es por demás idealista y romántico? ¿Que son demasiados objetivos y tareas las aquí enumeradas, y que no tenemos capacidades ni tecnologías adecuadas, ni las condiciones son propicias por el desbarajuste y las sangrías que hoy caracterizan al planeta? Cierto todo. Pero no inhabilitante. Ni destinado inexorablemente a la derrota. Como nada lo es mientras hay talento y coraje y patriotismo.
¿Que este texto es demasiado idealista? Cierto, porque es puro corazón y amor a la Patria. Quien tenga algo mejor que ofrecer, que lo diga y llame a la acción. De lo contrario, mejor callarse la boca, que de necios y cipayos también está sobrada la República Argentina.