La respuesta en las urnas bonaerenses a la motosierra de Javier Milei fue categórica. El gobierno recibió un contundente baño de realidad. Habrá que ver qué hace ahora con ese claro mensaje.
La decisión de un pueblo que llevó a la presidencia a un sujeto que hizo campaña con la promesa de destruir al Estado y que desparramó delirios como vender órganos o niños, marcó a fuego el temor a que una política basada en la crueldad pudiese ser rubricada por el voto.
La auspiciosa novedad es que la Argentina, pese a todas sus heridas, mantiene fuertes sus anticuerpos: no soporta que la nueva moneda de cambio sea el sálvese quien pueda y tampoco acepta cambiar la justicia social por un modelo que solo busca beneficiar a un mínimo sector y colonizar espacios públicos en pos de generar negocios para privados, así sea en el ámbito de la salud como en la educación.
La sociedad bonaerense le bajó la barrera a la brutal distribución de abajo para arriba adoptada en todo el país; le dijo basta a la corrupción (a pura coima y de guantes blancos), a la timba y el endeudamiento; no quiso seguir aceptando el despojo a una vida digna de los más vulnerables, a la brutal represión y al clasismo.
Este domingo quedó claro: el ADN argentino sigue creyendo en la movilidad social y la justicia social. La memoria colectiva no soporta más lugar para experimentos libertarios. No acepta dejar los destinos del país en manos de una runfla de arribistas y tipejos que juegan a la ruleta financiera con el futuro del país.
La enorme diferencia del 13 por ciento por la que ganó Fuerza Patria marca que Milei perdió respaldo político. Y que este esquizofrénico modelo tiene el boleto picado.
La pregunta es cómo serán los días por venir. Los números de la elección de la provincia que contiene el 40% de los votantes del país, reclama un reseteo económico, político y social. La duda, tras conocerse el resultado electoral, era: ¿será permeable Milei y su gobierno al reclamo de las urnas o decidirá morir con las botas puestas?
Quedan seis semanas para las elecciones legislativas nacionales de octubre. El círculo rojo y el mercado financiero aceptaban una derrota del oficialismo de hasta el 5 por ciento, de ahí para arriba veían una debacle inminente. La enorme diferencia por la que perdió el gobierno abre un panorama aún más oscuro e incierto para Milei.
Según una nota de este domingo del periodista de Leandro Renou en este diario, el establishment -aun antes de conocerse el tajante resultado electoral- ya pensaba en escenarios de transición. Es que los poderes reales de aquí y de afuera y los mercados pasaron de ver a Milei como un “loco” que los ilusionaba con sus ideas de liberalismo y anarquía a un jefe de Estado que ya no controla las variables económicas ni políticas.
Este domingo hablaron las urnas. La Libertad Avanza vive un terremoto político. El presidente sufrió una inédita paliza en la electoralmente poderosa provincia de Buenos Aires. Las fuerzas del cielo acercan negros nubarrones. Sin embargo, el breve discurso de Milei parece que su idea es encarar la tormenta por el medio.
En contradictorias y tensas expresiones, reconoció la “clara derrota” y prometió “corregir las equivocaciones”, aunque adjudicó su derrota al accionar del aparato peronista y a errores en la estrategia política de su espacio. Luego pasó a celebrar una a una todas sus políticas, esas mismas que lo llevaron a la derrota.
“El rumbo no se va modificar, sino a redoblar; no se retrocede ni un milímetro, vamos a acelerar y a continuar abrazando las ideas de la libertad”, exclamó el mandatario, antes de cerrar su nerviosa alocución gritando tres veces “Viva la libertad carajo”. Como siempre, como si nada hubiese cambiado.
Las urnas hablaron con claridad. Milei, más allá de frases de ocasión, no las escuchó. El presidente va al fuego como la mariposa.