​Una historia intensa y veloz: Monza, 75 veces presente en la Fórmula 1 

  

El Templo de la Velocidad celebra su mítica gloria junto a la Fórmula 1: cuando se desarrolle el Gran Premio de Italia este fin de semana, el evento cumplirá su edición número 75 realizada en el “Autodromo Nazionale Monza”, la misma cifra que este año le hace honor al cumpleaños del Gran Circo. Solo en 1980 no se llevó a cabo allí: aquella temporada se hizo en Imola. ¿Por qué no evocar, entonces, algo de la grandiosa historia del circuito que más veces ofició de escenario de la máxima categoría del automovilismo mundial?

Si un artículo periodístico puede albergar solo un puñado de la riquísima historia que habita en estos tres cuartos de siglo de vida de Monza en la Fórmula 1, la propuesta arbitraria de esta cronista es rendirle tributo con un viaje en el tiempo a algunos de los momentos más importantes que los pilotos argentinos vivieron allí durante ese lapso cronológico. Para comenzar ese repaso, bien vale detallar el dato más importante: de los 23 argentinos que han corrido en la Máxima, sólo once lo hicieron en Monza por un Gran Premio de la Fórmula 1. Fueron Juan Manuel Fangio, José Froilán González, Onofre Marimón, Roberto Mieres, Carlos Menditeguy, Jorge Daponte, Clemar Bucci, Carlos Reutemann, Esteban Tuero, Gastón Mazzacane y, por supuesto, nuestro actual Franco Colapinto. Hay que destacar, sin embargo, que dos de ellos no pudieron terminar su carrera allí: Marimón abandonó a cinco vueltas del final en la edición del evento italiano de 1953 y Bucci se retiró en la vuelta 13, en 1954. Solo uno de aquellos históricos once nombres consiguió ganar: Fangio, quien fue vencedor del Gran Premio de Italia en 1953, 1954 y 1955; además de sus tres victorias, salió segundo en 1956 y 1957 y tuvo dos abandonos que completan su registro definitivo de siete participaciones en ese circuito con el Gran Circo.

Perlitas ajenas a la Máxima

Pero antes de adentrarnos de lleno en este vínculo tripartito entre Argentina, Monza y la Fórmula 1, va una perlita que antecede a la competición de automovilismo más prestigiosa del mundo y se justifica como un hito originario del piloto nacional más importante de la categoría reina del deporte motor. Hay que retroceder a 1949, un año antes de la temporada inaugural de la Máxima y 27 después de la creación del circuito italiano, para encontrarnos en esa pista con lo que fue la primera gran victoria europea de Fangio. El oriundo de Balcarce debutó en Monza el 26 de junio de aquel año, en un evento correspondiente a la Fórmula 2, y cosechó allí un triunfo consagratorio, anticipo de mucho de lo que vendría después: quien sería campeón del Gran Circo en cinco oportunidades (1951 y 1954-1957) ganó en el escenario lombardo con una Ferrari, escudería que al día de hoy es la más exitosa en la carrera de su país, con unas notables 20 victorias.

Aquel día sería un mojón en la carrera internacional del “Chueco”, quien venció a pilotos que representaban oficialmente al equipo de Maranello en su tierra y utilizando el mismo monoplaza que ellos; uno de esos, Alberto Ascari, le daría al histórico equipo rojo sus dos primeros títulos de la Fórmula 1, en 1952 y 1953. La imagen es muy recordada: Fangio corrió con una Ferrari que le había comprado el gobierno de Juan Domingo Perón; aquella máquina, modelo 166, llevaba tonos similares al de la bandera argentina, y todavía luce su celeste opaco y su amarillo pastel junto al viejo logo de YPF como uno de los principales atractivos de su museo en Balcarce. “Del general Perón, de su señora esposa, de ellos es la victoria”, escribió su agradecimiento el argentino, futuro pentacampeón de la Máxima, en una carta que salió publicada unos días después en la revista Mundo Deportivo con el título “Este triunfo no es mío”, según un rescate de aquella histórica página realizado por el portal Mágicas Ruinas.

Una década después -y aquí marcha la perlita número dos-, Monza volvió a ser escenario de la victoria de otro argentino, aunque nuevamente como parte de un evento no correspondiente al Gran Circo. En 1959, Juan Manuel Bordeu tenía 25 años cuando ganó la “II Coppa Junior” tras una trágica carrera en la que murieron dos pilotos, Alfredo Tinazzo y Nino Crivellari. Bordeu, quien tuvo en Fangio un gran mentor y recibió de él una ayuda indispensable cuando quiso ir a correr a Europa, escapó en aquella competencia de una colisión múltiple en la difícil curva de Ascari -esa misma en la que había muerto cuatro años antes quien desde entonces le dio su nombre y que luego fue convertida en chicana y finalmente en variante- y logró su triunfo. El piloto marplatense estuvo cerca de participar en la Máxima: fue registrado para conducir un Lotus en el Gran Premio de Francia de 1961, pero antes del inicio terminó siendo reemplazado por el belga Lucien Bianchi.

Fangio en Monza, balance dulce

Ahora sí: adentrémonos específicamente en lo que la Fórmula 1 tiene para ofrecernos al pensar en Monza y en los pilotos argentinos. El primer representante nacional que participó de un Gran Premio en ese circuito fue Fangio, en la edición inaugural de 1950 que cerró aquella temporada estreno de la Máxima y de la que este miércoles se cumplieron exactos 75 años. Tras aquella victoria de 1949, la leyenda de Balcarce no volvería a saborear otro triunfo allí hasta 1953, razón por la cual el periodista Ricardo Lorenzo “Borocotó” recordó, en una nota de la extinta revista El Gráfico, unas palabras dichas por el piloto en 1951, luego de que se le negara otra vez la victoria sobre esa pista (debió abandonar mientras que Ascari ganó y el argentino José Froilán González salió segundo). “Parece mentira que este Autódromo de Monza me haya dado el dulce la vez que debuté en él y luego se me negó en todas”, dijo.

Esa sensación del “Chueco” llegaría con toda su violencia en 1952, el día que Fangio estuvo al borde de la muerte en Monza. El 8 de junio ese año, el piloto tuvo varios obstáculos para llegar en las mejores condiciones al Gran Premio de Monza, no puntuable pero válido por la Fórmula 2: un día antes había competido en Irlanda del Norte y, finalmente, desde allí tomó un vuelo comercial a Londres y otro a París antes de manejar toda la noche los casi 500 kilómetros que separan la capital francesa y Monza, en una travesía que le hizo cruzar los Alpes. Llegó al evento solo 30 minutos antes del inicio de la carrera. Y las consecuencias no se hicieron esperar: al mando de un auto que no había manejado nunca -un nuevo modelo de Maserati-, perdió el control durante la segunda vuelta en la curva de Lesmo y sufrió un gran impacto. “A las dos de la tarde llegué a Monza, a las dos y media largué la carrera, a las tres ya estaba en el hospital”, recordaría después. Fangio tuvo la suerte que se le adjudica a los campeones: ese año se había vuelto obligatorio el uso de cascos y el argentino, que al igual que otros pilotos estaba acostumbrado a cubrirse con un inútil casquete hecho de tela -por algo que el mismo Fangio reconocería luego como “machismo”-, no se olvidó jamás que el suyo, aquel día, le salvó la vida. Después del accidente y tras largos siete meses sin correr para recuperarse, el oriundo de Balcarce se tomaría revancha sobre esa misma pista, con las victorias en el Gran Premio de Italia de 1953, 1954 y 1955 y la coronación en 1956, cuando terminó segundo y alcanzó la gloria máxima en Monza consagrándose campeón por cuarta vez en la Fórmula 1, en su recordado único título junto a Ferrari.

“Lole” y Colapinto, las últimas alegrías

Otro que nunca olvidará Monza es Reutemann, quien compitió nueve veces allí en el Gran Premio de Italia: salió dos veces tercero (‘en el 78 tras largar 11º y en el ’81 tras largar 2º) y tuvo tres abandonos. En 1981, el argentino corría para Williams y finalizó tercero en una tremenda edición del evento italiano de la Máxima. Llegaba igualado con Nelson Piquet en el campeonato -ambos tenían 45 puntos-, a falta de tres fechas del final, y fue uno de los cinco pilotos que acabó la accidentada carrera, que ganó Alain Prost (con Renault) y tuvo 14 abandonos. Aquel día, con distinto desenlace, pudo haber cambiado la historia en favor del argentino: Reutemann había perseguido a Piquet toda la carrera y, en la última vuelta, cuando ya no pensaba alcanzarlo, el motor del hombre de Brabham falló y su auto se detuvo, lo que le permitió al santafesino cruzar la bandera a cuadros tercero. La cosa terminó con el brasileño conquistando un punto que sería fundamental -otro rival se fue de pista y lo benefició- y con Reutemann viendo cómo su compañero Alan Jones concluía segundo y sumaba dos unidades más que, para él, habrían sido valiosísimas en su pelea mano a mano rumbo al título con Piquet; el piloto carioca, finalmente, se coronó campeón con solo un punto más que el representante nacional. Aquel año el “Lole”, el segundo piloto argentino con más victorias en la Máxima (12, detrás de Fangio con 24), acarició el título: fue la vez que más cerca estuvo de consagrarse en la Fórmula 1.

El recuerdo más reciente que la historia argentina tiene en su memoria ligada a Monza no es otro que el debut de Colapinto en la Fórmula 1. Tras reemplazar a Logan Sargeant en Williams, se destacó con una muy buena actuación en su estreno en la Máxima: brilló sobre la mítica pista en el Gran Premio de Italia del año pasado, escalando desde el puesto 18, su posición asignada tras la clasificación, al 12. Con la llegada del oriundo de Pilar al Gran Circo, nuestro país cortó una racha de 23 años sin representantes nacionales en la categoría elite del automovilismo mundial (el último había sido Mazzacane, en 2001). “¡Volvemos adonde empezó todo!“, escribió el piloto de Alpine en sus redes sociales, entusiasmado, junto con el emoji de una carita y de estrellas doradas. Colapinto -que desde entonces suma 17 carreras, ocho esta temporada y nueve en 2024- tuvo su mejor actuación desde su regreso a la Fórmula 1 el pasado fin de semana en Países Bajos, cuando finalizó 11º y solo reavivó las encendidas ilusiones de verlo lucirse otra vez en el Templo de la Velocidad.

En aquella primera edición del Gran Premio de Italia, en 1950, el italiano Nino Farina ganó y se convirtió, con Alfa Romeo, en el primer campeón mundial de la Fórmula 1. Pero la huella argentina estuvo allí: Fangio, que también corría para la escudería de Milán, no solo fue protagonista de aquel día inaugural sino que conquistó la pole y selló la vuelta más rápida, más allá de que finalmente debió abandonar la carrera tras completar la vuelta 23 y se quedó con el subcampeonato. Monza celebra este fin de semana su vez número 75 como circuito anfitrión de un Gran Premio de la Máxima, un récord que impone respeto, presume grandeza y destila historia de la más dorada del automovilismo mundial… Y que, otra vez, tendrá a un piloto de nuestros pagos siendo protagonista allí.

  

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